Desde esta ciudad en la que a veces nunca anochece, desde la felicidad del olvido y la distancia, desde el vagón mas recondito del recuerdo que he olvidado, desde el ascensor que no llega a tu buhardilla, desde tu almacen de los peces rotos, desde la ventana que mira a los tejados enredados en resplandores difusos, desde el mas perfecto sueño que nunca ha existido, desde el bar de enfrente. Adiós. Y buen viaje.
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